Hemos aprendido a plantearlas como algo que tiene entrada agradable, o al menos en su mayoría lo debería ser. Donde sólo existen palabras bonitas que te suben el ego, una sonrisa perpetua, de esas que te hacen doler el rostro al final del día.
Yo ya no sé si mantenerme en esa línea. No sé si sea sólo porque amo romantizar todo y soy fácil de aburrir. Pero me está llamando demasiado la relación que se ve adversa, que comienza misteriosa e incluso hostil. Seguramente porque esas son las que más me han roto la psiquis, son magnéticas.
Una mirada que me busca, y yo le busco, pero no tiene antecedentes, nace porque le percibes por alguna extraña fuerza. Y me han atravesado varias, la temerosa, la penetrante, la cómplice y la divertida (ésta última me repele en primera instancia). Es algo que anhelo porque me intriga en lo que se puede desenvolver esa primera instancia, porque la casualidad lo fuerza, y la curiosidad es por ambos lados.
Pero finalmente es algo que sólo funciona en el imaginario, en las series y películas. Yo no me he topado con algo así, o al menos no que haya funcionado, no con algo que no me haya decepcionado.
Tenía un compañero en la media que me atraía, por el simple hecho de ser el único weko de la clase además de mí, y yo aún no me asumía como hombre, así que habían 0 posibilidades. Su presencia era desagradable ante muchos, le gustaba molestar con todo lo que podía hacerlo, era de una piel inesperada y bruta.
Sin embargo me seguía atrayendo, y él sabía que yo gustaba de él. Algunas miradas penetrantes me hacían sentir expuesto, pero tambien otras cómplices me hacian saber que no era algo que mencionaría después. Yo sentía que sabía todo lo que me sucedía, que entendía que no era una mujer, ni un hombre heterosexual.
Pero también entre ellas había una malicia que me ponía inquieto. Me molestaba, le gustaba dejarme sin palabras e incómodo, pero me siguió gustando eso de él por mucho tiempo.
Me costó hasta cuarto medio entender que era algo que nunca pasó, que no había nada y sólo se burlaba de mí. Pero hasta hoy en día aún dudo de por qué se fijaba en mí con esa especial atención.
¿Por qué un cabro promiscuo hipersexual quería buscar a la marimacha virginal?
Nunca supe, pero cuando se me declaró tampoco supe qué decir. No sé hasta que punto era una burla o era real. Pero fue excitante, y con eso me quedé, y porque estoy rayado, sigo buscando eso.
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