*Escrito del año pasado*
Con la misma mano que tomaste esa pastilla me tomaste el rostro, con tus ojos semicerrados haciéndote el lindo, sabía que insinuabas eso, pero no sabía por qué. Yo quieto como podía, leves tambaleos delataban mi ebrio cuerpo, impidiendo mostrar la seriedad que pretendía fingir.
— Estás re ebrio, ¿Por qué tan callado? —. Pronunciaste en un hilado tono que me erizaba la piel, ¿Y qué tenía que ver? no sabía que estar con estupefacientes te desbloqueaba el habla, yo con suerte podía pensar. Pero le estaba dando demasiada vuelta a algo seguramente arbitrario.
—No sé —. Reí de forma falsamente verdadera, una risa nerviosa suficientemente camuflada para parecer verdadera, una que te calma a tí y a mí por razones distintas.
También reíste y te acercaste mucho, apoyaste tu cabeza en mi hombro para luego rodear mi torso con tus brazos. No entendía nada, me quedé pegado esperando a que algo más ocurriera, pero uno nunca espera cuando ese interminable silencio tormentoso que atenta contra nuestra ociosa cultura, se vuelve placentero e íntimo, esa intimidad que se encuentra rodeada de gente vuelta loca por la música y droga, donde eres un igual haciéndose mierda tomando decisiones impulsivas, porque nadie podría ser obediente por tanto tiempo.
Levantaste tu rostro de mi hombro, ahora con tu mano posada firmemente en mi nuca. Me miraste deseoso, rostro que no sabía que tenías. Del revuelco de sentires quedé atónito, que traducida a mi expresión ebria sólo habrá sido un levantamiento de cejas.
Me besaste en ese estado; tardé en reaccionar, pero pude entender que podía hacer lo que el cuerpo más deseara, se sentía impropio tener ese permiso, temía ser poco prudente, pero tu atrevimiento me dio rienda suelta, por primera vez no me dio miedo actuar como deseaba y le hice caso al primitivo sentimiento que me salía de la guata.
Sentí que te amaba, no era así, pero lo sentí. Tu lujuriosa expresión que me calentaba y podía volver a encontrar cuando nos separábamos brevemente a respirar, mirabas al suelo jadeante y repentinamente posabas tus pupilas en mí. El mirar mío se tornaba suplicante, con una debilidad que no podría verla al espejo, porque añadiría otra inseguridad.
En ese momento podría haberte confiado todo de mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario